"El día que te fuiste"
Todo sucedió un 2 de octubre del 2009. En un viernes por la tarde, aún puedo recordar la ropa que vestía y el lugar en el que estaba, recuerdo cada segundo y momento de ese estúpido día; ¿Cómo olvidarlo? ¿Cómo olvidas algo que te cambia para siempre? Algo que te marca y duele demasiado.
Era un día como cualquier otro, un día normal, común y corriente, o al menos eso era lo que yo pensaba.
Ese día por la mañana yo me había levantado, me había cambiado para ir a la escuela, estaba muy emocionada porque iría a casa de una amiga. Fui a la escuela y estuve toda la mañana muy ansiosa, hasta que por fin llego la salida, cuando sonó el timbre, agarré mis cosas y fui corriendo con mi amiga, llegamos a su casa, jugamos, comimos e incluso hicimos tarea, todo iba tan bien, tan perfecto.
Hasta que... como por eso de las 4 de la tarde, recuerdo perfectamente, llegó mi padre por mí con una demasiada prisa, su rostro denotaba mucha angustia y una gran tristeza, la cual se le podía notar a través de sus ojos. Yo no entendía nada, pero sospechaba que algo malo estaba pasando. Me subí al carro y al cerrar la puerta, mi padre me miró y me dijo que tenia que ser fuerte, que tenia algo que decirme. Entonces cuando me dijo lo que estaba pasando y comprendí todo.
Después de aquellas palabras, pude sentir como mi corazón se partía en mil pedazos, comencé a llorar desoladamente. Mi padre iba manejando a máxima velocidad, nos dirigíamos a casa de mis abuelos. Al llegar, me bajé del automóvil lo más rápido que pude y entré corriendo a la casa dirigiéndome hacia donde estaba aquel señor, aquel que me consentía y que cumplía todos mis caprichos. Aquel señor era mi abuelo, el cual se encontraba recostado en un sillón de la sala de su casa. Lo abracé muy fuerte y le di un beso y me puse a llorar desoladamente a su costado. El me miro, sonrío y cerró sus ojos.
Esa fue la última vez que lo vi, la última vez que estuve con él.
Después de lo sucedido entré en una gran depresión, en una tristeza constante, ya que no podía creer que él ya no estaba conmigo, que de hoy en adelante ya no pasaría los fines de semana por mi, que ya no lo volvería ver, que ya no escucharía de nuevo su voz. Sentía que estaba en una pesadilla de la cual no podría despertar.
Mis padres me llevaron a un psicólogo, recibí mucha ayuda y apoyo, aunque hasta la fecha aún me duele, aún lloro cuando pienso en el, cuando hablo o escucho cosas de el. Espero algún día poder sanar por completo esta herida.